Ser pesimista es algo muy común, se mira en todos lados. Solo con entrar 5 minutos a redes sociales o parar la oreja en la calle nos damos cuenta que es más común escuchar comentarios negativos que positivos.
Aquel que critica la serie famosa del momento y la tira por los suelos suena más inteligente que aquel que la alaba. Ser el gruñón te puede dar una apariencia de madurez que no se refleja en los optimistas.
En los años 40 se hizo un estudio que mostraba que el 50% de las personas percibían a alguien “inteligente y rudo” como sabio, mientras que solo un 30% percibía a alguien “inteligente y educado” como sabio.
Al positivo se le suele ver como ingenuo o superficial, mientras que al negativo cómo alguien más profundo y que puede ver mas allá.
Es justo lo contrario, el optimista sabe enfocarse en la parte positiva aun siendo consciente de la negativa. Al ver el lado oscuro comienza a afrontarlo con una actitud que le permita superarlo.
El optimismo es la predisposición a entender y analizar la realidad desde su aspecto más positivo. Puede ayudarte a salir de tu zona de confort y a avanzar ante los retos de la vida.
Mantener una visión positiva requiere de más trabajo mental, exige evidencia y se puede abandonar con facilidad, el pesimismo puede nacer de una idea loca y crecer a partir de ella, especulando.
El pesimista sólo ve lo negativo, se frena y se queda instalado en una realidad a medias. Opta por una posición autocomplaciente en la cual busca un refuerzo para sus ideas fatalistas que lo conducen a la apatía: “Ves, te lo dije”.
Ser pesimista es comodo, trae beneficios. Ser victimista provoca que los demás me presten atención. Esto pudiera hacerme pensar que compadecerme de mi mismo atrae a las personas, pero no, ese tipo de atracción no es sana y no dura.
Con el tiempo la gente se termina hartando de tu aura tóxico y se aleja, ya que los seres humanos queremos rodearnos de personas alegres y positivas que nos motiven a ser mejores.
“La destrucción es el refugio de los que no se atreven a construir.”
Esto no quiere decir que debamos caer en positividad tóxica, negando la realidad a fin de tener una buena actitud. Puede ser igual de peligroso que el pesimismo mismo.
Ambos extremos son malos, lo ideal sería encontrar un punto en el cual podamos ser lo suficientemente criticos cómo para que nos permita mejorar y exigir cambios, pero lo suficientemente optimistas como para mantener una buena actitud.
Existe evidencia en muchos estudios científicos de que mantener una actitud positiva ante la existencia puede aumentar la esperanza de vida hasta por más de 7 años.
Aprende a modificar tu monologo interno, esa voz en tu cabeza que te arrastra a la oscuridad. Cuestiona tus pensamientos, no los des por hechos.
Las percepciones son subjetivas y podemos entrenar a nuestro cerebro para modificar nuestra forma de pensar y sentir. Estamos hechos de pensamientos, emociones y conductas, podemos romper ese circulo.